Liliana Arroyo: “Innovación no es sólo añadir un botón y una pizarra electrónica”
Liliana Arroyo Moliner es doctora en sociología y especialista en innovación social digital. Actualmente es docente e investigadora del Instituto de Innovación de ESADE.
¿Qué es y qué no es innovación?
La innovación no se resuelve aplicando una tecnología o un dispositivo. Innovación implica identificar bien cuales son los problemas e intentar darles respuesta. Y es importante tener en cuenta que la respuesta no es un dispositivo sino saber cuál es el cambio que queremos conseguir. En ningún caso añadir un botón, una pizarra electrónica, una app o utilizar Kahoot se puede considerar innovación per se si no va acompañado de la cooperación entre alumnos o con hacer que se planteen la realidad de otra forma. Pero como socióloga siempre insisto en lo mismo: cuando aplicamos una innovación debemos pensar en quienes estamos incluyendo y a quienes dejamos fuera.
¿Te refieres a la grieta digital?
Por ejemplo, si hablamos de centros educativos, debemos preguntarnos si todos los alumnos tienen dispositivos electrónicos o la misma capacidad de utilizarlos. Lo que estamos viendo hoy en día es que esta grieta digital no se explica tanto por el acceso al dispositivo como por la capacidad de utilizar esta tecnología de una manera responsable. No es tanto una falta de acceso como una falta de conocimientos y capacidad de utilizarlo. Aquí se puede constatar claramente la diferencia entre niños que vienen de familias con pocos recursos, hogares en los que por lo que sea no tienen la capacidad cognitiva, cultural o económica para acompañar a sus hijos en el conocimiento de la tecnología.
¿El acceso a las disciplinas de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, STEM por sus siglas en inglés, también actúa como una grieta?
Por descontado. Aquí, además, hay una grieta de género bastante significativa. Estamos constatando que es bastante difícil despertar vocación científica en las mujeres. Tal y cómo se habla y se presenta la narrativa alrededor de las STEM, en la que yo añado la ‘A’ para referir la derivada artística (STEAM), no es nada atractiva para las chicas. Se centra mucho en el cacharro. Las mujeres generalmente se vinculan a profesiones que las que ellas ven que hay un sentido, que se resuelve alguna problemática social. Entonces, aquí sí que encontramos dos ligas de centros: la mayoría ven la tecnología como una finalidad en sí misma, pero otros ya la ven como un instrumento con el que llegar a objetivos determinados.
¿Y los centros? ¿También determinan grietas?
Hay centros públicos y privados en los que los alumnos pueden participar en concursos internacionales como la Lego League o Technovation Challenge para despertar vocaciones femeninas… Pero eso no depende tanto de los centros como de los profesionales que tú tengas. Hay profesionales motivados que están buscando proyectos más allá del currículum prescriptivo, que generalmente se encuentran en centros privados o concertados. Hay toda una serie de centros que están empezando a participar, a involucrar a sus estudiantes en competiciones internacionales, pero siempre depende de la existencia de un profesor o profesora en cada claustro que tenga ganas de dedicar tiempo libre y energía para vincular a sus estudiantes a estas iniciativas. Sí pienso que cada vez hay más diferencia entre las opciones a las que se pueden apuntar los estudiantes y las opciones que realmente se les ofrecen. Aquí el sesgo es de clase, por el hecho de que estas iniciativas se dan más en centros concertados. Y después está el sesgo de género: como ya he dicho, las mujeres se ven desincentivadas a hacer carreras STEM.
La formación de los profesores es importante, pues.
Tenemos un cuerpo docente envejecido y poco reciclado. Esto es otro problema. Hace falta relevo generacional para acercar todo esto al aula. Podemos tener profesores muy motivados y propuestas pedagógicas muy diferenciadas como la de Escola Nova 21, y después tienes centros que funcionan exactamente igual que en los años 80. Y aquí hay una parte importante que tiene que ver no sólo con la regulación sino también con el cuerpo docente que hay y las ganas de los profesionales de renovarse año tras año.
¿Pero no hay un poco de mito con todo eso de que por ser más joven ya tienes más predisposición a introducir innovación pedagógica?
Sí, creo que el factor edad tiene un punto diferencial: es evidente que hay personas que van avanzando y se van reciclando desde un cierto interés individual. Pero si piensas en alguien que tiene 60 años y se encuentra a cinco años de jubilarse y piensa que individualmente no quiere abordar el reto, entonces sí que se puede decir que la edad es un factor.
¿El ecosistema emprendedor que envuelve un centro es determinante?
Aunque es cierto que Barcelona es ahora mismo un hub de innovación tecnológica, se puede participar de forma remota en muchos de los retos que comentábamos. No es tanto lo que tú tengas físicamente cerca como por la mirada al mundo. Si tú le dices a unos chavales que participarán en un proyecto cuyo premio es un viaje a Silicon Valley les estás ofreciendo la posibilidad de ir a un sitio que ocupa un espacio muy concreto en su imaginario. A priori, no me parece que haya una relación directa entre proximidad física y estímulo por la innovación. Puede influir pero no determina. La posibilidad de vincularse a proyectos en el marco de la innovación pedagógica no depende tanto de una visita presencial o de cruzarse con emprendedores en la calle como de participar de un ecosistema internacional, global y que se encuentra virtualmente.
¿Algún ejemplo que conozcas en ese sentido?
Existe una iniciativa llamada Technovision Challenge en la que participan chicas de todo el mundo en equipos de cuatro personas a las que se pide que identifiquen una problemática social de su entorno y desarrollen una aplicación que aporte soluciones. Este reto funciona en todo el mundo o en un país. Por ejemplo, yo, como jurado virtual, he revisado propuestas de Kenia, Indonesia o Latinoamérica. Realmente, en la dimensión digital la localización no es tan importante como tener conexiones con colectivos que apuesten por la innovación.
¿Hasta qué punto la existencia de comunidades online de gaming o en ciertas apps contribuye a que sus usuarios encuentren una vocación en el campo de las nuevas tecnologías?
No sé hasta que punto el hecho de ser un usuario de Tik Tok o un gamer te hace más competente. Como decía antes, la grieta no se encuentra tanto en el acceso como en la capacidad de entender aquello que haces en Internet. Las personas que han nacido en los 90 se sienten cómodas con el entorno digital. Un niño pequeño puede saber que si aprieta un interruptor enciende o apaga una luz, pero no tiene ni idea de cómo funciona el circuito eléctrico. Sólo constata el estímulo y la reacción. Con Internet pasa lo mismo: por eso es importante desvincular la aplicación del conocimiento que se tiene de ella.