La clave de la innovación: los docentes más que la tecnología
Los expertos en innovación pedagógica constatan que la introducción de la tecnología en las aulas no es suficiente: se debe supeditar a los objetivos de aprendizaje.
El término ‘innovación’ es una de aquellas voces que uno no sabe muy bien qué refieren. Una expresión con la que se puede hacer caber en la cabeza de quién la emite prácticamente todo lo que implique un aparato electrónico y destreza tecnológica. Aunque los expertos consideran que es necesario delimitar su uso. La doctora en sociología y especialista en innovación social digital Liliana Arroyo sostiene que en toda innovación las preguntas que cabe hacerse son las siguientes: ¿Qué cambio queremos conseguir y quién queda fuera de este cambio? Para Arroyo, la tecnología es tan solo un instrumento, y no es neutra, por lo que a la hora de diseñar políticas de innovación pedagógica conviene tener muy presente que introducir un portátil o un pad en el aula nunca podrá ser una solución por si sola ni recibir el nombre en disputa.
Además, nuestro sistema educativo está atravesado de grietas digitales. Grietas de clase o de género que se entrecruzan de tal manera que la igualada de oportunidades queda cuestionada. En palabras de Arroyo, la capacidad cognitiva, cultural o económica de los padres a la hora de acompañar a sus hijos en el desarrollo de sus aptitudes es uno de los fundamentos sobre los que se generan las desigualdades entre centros públicos y privados-concertados. Una cosa parecida pasa con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, las llamadas STEM, a las que Liliana Arroyo añade la letra ‘A’ de arte, STEAM. Según la investigadora, la manera con la que se presentan estas disciplinas no es nada atractiva para las mujeres. Si los objetivos son minimizar estas grietas, la innovación pedagógica ha de estar orientada a superar estas dificultades. Por lo que los maestros juegan un papel clave en esta ecuación.
El profesor de historia del arte de la Escola Pia de Mataró Manel Trenchs, parte del programa de innovación para los docentes de Google en 2017, da algunas pistas para entender que hace un buen docente en este sentido. Por descontado, argumenta Trenchs, un docente comprometido con la innovación ha de disponer de competencia digital, pero también hay un componente de creatividad y de enfoque pedagógico. En función de la materia o el nivel de los estudiantes, el profesor ha de establecer un vínculo adecuado con el alumnado. Este es, afirma el profesor mataronense, el «punto de partida principal para que se genere conocimiento o para que haya aprendizaje» por sistema. Ahora bien, matiza Trenchs: es un error presuponer que la edad hace a los alumnos “nativos digitales” por sistema. A pesar de que puedan aprender más rápido y de manera intuitiva, hay muchas cuestiones que no se pueden procesar sólo de esta manera.
Es más: buena parte de la literatura científica sobre la cuestión comienza a poner en duda el propio concepto de nativo digital. Trabajos de la Universitat de Londres o de la Fundación para la Acreditación Europea de uso del ordenador lo cuestionan. Trabajos, todos ellos, que insisten que el foco debe ponerse en el uso de las tecnologías en las sociedad contemporáneas, en la línea de lo que comenta Liliana Arroyo. Más allá del discurso tecno-optimista hay una realidad de centros educativos en los que, como explican Arroyo y Trenchs, profesores y alumnos se implican de manera muy desigual en estos cambios. Así, toda iniciativa para intentar mejorar las aptitudes de los transmisores de conocimientos que son los docentes son bienvenidas: la Alianza STEM o el festival YOMO que se celebrará en Barcelona próximamente coincidiendo con el Mobile World Congress son sólo algunos ejemplos.